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¿El criminal nace o se hace?

Es la pregunta que siempre ha existido y hasta el momento no hay una respuesta determinante y única de parte de la ciencia, pues el ser humano es complejo y deben tenerse en cuenta múltiples aspectos al momento de explicar.  Lo que sí es inequívoco es que confluyen factores genéticos, orgánicos y funcionales del cerebro, factores psicosociales, personales y emocionales. 

Algunos estudios en neurocriminología dirigidos por el doctor Adrian Raine, han asociado disfunciones y daños en estructuras del cerebro con psicopatías y comisión de delitos.  Uno de los estudios que este destacado científico británico realizó estuvo relacionado con la observación de cerebros de criminales utilizando escáneres cerebrales, descubriendo algo en común en ellos: la amígdala (estructura cerebral encargada de las emociones) era un 18% más pequeña en dichas personas. 

De igual forma, observó que había una reducción del 11% en la materia gris cerebral en los criminales.  Igualmente ha identificado la correlación entre el gen MAOA y comportamientos agresivos y conducta criminal.

Estos importantes aportes desde la neurociencia son significativamente valiosos al momento de identificar las causas de la conducta criminal, cuidando siempre de no caer en nocivos reduccionismos de unicausalidad.  Así mismo hay que tener en cuenta, que, aunque haya predisposiciones genéticas y orgánicas/funcionales del cerebro, no necesariamente se desarrollará la psicopatología o la conducta criminal, pues entrarán a jugar su rol otros aspectos como el contexto social, del entorno y las interacciones que el individuo tenga con éste.  

Por lo tanto, al momento de hablar de criminología es esencial hablar de correlación y no de causa, para no caer en determinismos.

Esta interesante teoría biológica abre un abanico de nuevos cuestionamientos desde el derecho y la ética, ya que, si tomamos en cuenta que conductas criminales pueden atribuirse a factores cerebrales, podríamos preguntarnos si realmente son del todo responsables y culpables de sus actos los individuos que cometen delitos en estas condiciones, dado que en la estructura de su cerebro existe un daño que no permite su adecuado funcionamiento. 

Se han documentado diversos casos en los cuales personas que han padecido tumores o daños en el cerebro han comenzado a tener conductas criminales o psicopáticas.  Tal es el caso de Michael, un profesor de Virginia (EEUU) con cuarenta años de edad quien llevaba hasta ese momento una vida normal en compañía de su esposa y su hijastra; repentinamente comenzó a mostrar conductas pedófilas recurrentes, sin haber tenido antecedentes de ninguna conducta similar en el transcurso de su vida.  Después de extirpado un tumor cerebral que le fue descubierto debido a constantes dolores de cabeza, el hombre automáticamente dejó de presentar dichas conductas, hasta un año después que el tumor reapareció.  

Otra particular historia es la de Charles Whitman, un ex marín estadounidense que mató en 1996 a 15 personas y dejó otras 32 heridas, descubriéndose posteriormente en su autopsia, la presencia de un tumor del tamaño de una moneda el cual había nacido en la región del tálamo que empujaba el hipotálamo y a su vez hacía presión en la amígdala (estructura cerebral clave en las emociones). 

Se podría decir entonces, que estas personas no estaban obrando totalmente en su juicio ya que había circunstancias orgánicas y estructurales del cerebro que no estaban funcionando adecuadamente y probablemente tuvieron un efecto determinante en su cambio de conducta.  

Imagen tomada de, conferencia Dr. Adrian Raine. Michael en compañía de su esposa e hijastra.

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